El cerco adulto impide a los niños ver a Jesús

En medio de la cultura en la que vivió Jesús a los niños se le asignaba poco valor. Prácticamente eran desconocidos como personas. En más de una ocasión la Biblia habla de multitudes y las cuantifica con cifras aproximadas; sin embargo, señala que no se contaron “ni las mujeres, ni los niños”.
Esto habla claro de la poca importancia que se les daba a los niños en aquella época. En el libro de Marcos, capitulo 10 en los versos del 13 al 16 se relata la actitud que asume el Maestro frente a algunos niños que se le acercaron. Los discípulos actuaron como guardaespaldas decididos e intransigentes. Estaban dispuesto a evitarle cualquier “molestia” que estos curiosos y atrevidos niños pudieran causarles al Maestro.
La actitud de los discípulos era la normalmente aprobada en una sociedad en la que los intereses de los niños estaban en conflicto con los intereses de los adultos que rodeaban a Jesús. Los chicos querían ver a Jesús de cerca; pero fueron alejados por los adultos de forma grosera fuera de su cercanía. Este gesto podría valorarse como de lealtad y defensa al líder, pero Jesús lo consideró como una ofensa a los niños. Por eso se indigna y con gesto de profunda compasión y ternura hacia los niños rompe el cerco y compensa el agravio de los suyos.
La Biblia señala que, ante todo, Jesús sintió indignación, que no es otra cosa que ese sentimiento que se manifiesta entre el asombro y el desacuerdo rotundo. Frente a esta situación Jesús aprovechó el momento para destacar el valor de los niños como personas que merecen nuestra atención y cuidado. No lo hizo dando una charla. Ilustró aquella escena prodigando amor a los muchachos, iluminó las vidas de estos imberbes ofreciendo lo que la cultura y todo el entorno negaba. Jesús es la afirmación del ser en su más alto valor, no importa su condición, edad o sexo. El valor de los niños es tan grande, que Jesús dice que de ellos es el Reino de Dios.
El gesto de Jesús fue firme, ilustrativo y convincente, por demás. Las Escrituras dicen que Jesús tomó los niños en sus brazos y puso las manos sobre ellos para bendecirlos. “Dejad a los niños venid a mi y no se los impidáis, porque de los tales es el Reino de los cielos.” (San Juan 10:14) Dijo además que quien no fuera como un niño no podrá ver el Reino de Dios.